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MATHIAS GOERITZ, el genio de la monumentalidad a sus 100 años

Actualizado: 19 abr 2021

Sus estudios en arte le permitieron explotar su sensibilidad al máximo dentro de las corrientes del expresionismo y comenzó sus escritos irónicos con un toque dadaísta.


El próximo 4 de abril, se cumplen 100 años del nacimiento de Werner Mathias Goeritz Brünner, en la ciudad de Danzig, Alemania. Dedicamos nuestra columna a este personaje en la historia de la plástica mexicana del siglo XX.

Goeritz fue un hombre polifacético, polémico, irónico, sensible y con una insaciable sed creadora que llevó a nuestro país a ser vanguardia en las artes, gracias a sus magníficas aportaciones en la academia y en su carrera profesional, la cual aún puede observarse en importantes edificaciones del país.

Toda su infancia y gran parte de su juventud la vivió en Berlín. Desde muy pequeño, y gracias al fomento de su padre, tuvo el interés por conocer las corrientes y vanguardias artísticas que lo rodeaban y es a partir de 1934 cuando comienza a pintar de manera autodidacta.


A pesar de comenzar sus estudios en Medicina, Goeritz comprendió pronto que su vocación era la expresión artística en diversas expresiones: letras y diseño, pintura, escultura y arquitectura, en donde influyó de muy diversas formas.

Sus estudios en arte le permitieron explotar su sensibilidad al máximo dentro de las corrientes del expresionismo y comenzó sus escritos irónicos con un toque dadaísta. Pero fue la Bauhaus –escuela de vanguardia dirigida por el arquitecto Walter Gropius-, la que terminó de abrir los ojos del artista.

Durante la guerra -en tiempos del nazismo-, trabaja en una galería de arte, pero huye de aquella estrechez cultural y moral en busca de una libertad humana y creativa. Una vez en España, funda la Escuela de Altamira impulsada por su fascinación al arte prehistórico y también se dedica a pintar bajo el seudónimo de “Mago” (por la primeras silabas de su nombre y apellido).


La tensión y angustia que provocaba la Segunda Guerra Mundial en Europa lo hacen pensar en opciones de residencia más lejanas y llega en 1949 a Guadalajara. Al poco tiempo funda junto con el arquitecto Ignacio Díaz Morales la Escuela de Arquitectura, y comienza así una estadía llena de retos con el nacionalismo en el arte derivado de los grandes muralistas mexicanos, pero a su vez lleno de proyectos propios, que hoy son de las obras más reconocidas de Goeritz.

El legado teórico de Goeritz está fuertemente influenciado por la “Gesamtkunstwerk” [el arte como totalidad], filosofía que se verá reflejada constantemente en su obra. No podemos entender los conceptos de ArquitecturaEmocional de Goeritz sin ver el lado profundamente humanista del artista que concebió la arquitectura no sólo como un fin, sino como un medio cuya finalidad era la emoción pura; de ahí sus reiteradas críticas hacia las modas pasajeras dentro del arte. 


Convencido de que debía existir un valor intrínseco para cualquier producción de arte, Goeritz recurre una y otra vez a lo que él llama “Oración Plástica”, que es la desesperación que sentía por recuperar los valores morales dentro de la estética del arte. De esta forma rechaza la imposición del funcionalismo y la soberbia por “la razón”, características de la creación en la década de los años 50 y 60 del siglo XX.

Dentro de todo el proceso creativo de Goeritz hay un sentimiento de fe que a menudo se interpreta como un sentimiento religioso, pero no es así. El artista busca siempre la emoción pura –uno de sus principios fundamentales-, pero también quería establecer valores que sacudieran todas las tendencias y críticas superfluas y dejaran ver lo verdaderamente valioso del arte que comprende al artista como artesano y al arte como su herramienta.

Una de las grandes aportaciones de Mathias Goeritz al mundo fue ese grito de urgencia de “socializar el arte” y sacarlo del frasco de su individualización. Desde su perspectiva, el espacio escultórico y la arquitectura debían de ser un trabajo en equipo que relacionara lo construido con el sentir del hombre en la urbe.

Pensaba que embellecer el espacio público no sólo ayuda al desarrollo estético de una ciudad si no también equilibra al hombre en su estructura básica.


Así recordamos al genio, al artista, al maestro y al hombre, agradeciendo el patrimonio cultural que dejó en nuestro país como: Las Torres de Satélite, el Pájaro Amarillo, el Museo Experimental El Eco, el altar de la Catedral de Cuernavaca y los vitrales de la Catedral de la Ciudad de México. Retó los límites de nuestro entendimiento por medio de expresiones monumentales que nos hablan de aquello que él siempre buscó, la libertad humana.


 

Escrito por: Fernanda Rodríguez, quien es gresada de la Carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, realiza los contenidos para redes sociales de FUNDARQMX.

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